Moda

100 años de Julio Chávez

Hoy, hace un siglo, nacía en el pueblo de Ahualulco de Mercado en Jalisco, uno de los diseñadores que definirían la moda y el vestuario de cine mexicanos, habiendo pasado ya casi una década de su muerte es necesario reflexionar sobre su trascendencia y el tremendo olvido en el que queda su legado.

María Victoria, Julio Chávez y Gloria Valareso, ca. 1970.
Cortesía de Rosalía Architrave.

Julio Chávez Orizaga nació el 18 de mayo de 1920 en el seno de una familia de la clase media acomodada en el pueblo agricultor de Ahualulco de Mercado en el Estado de Jalisco, siendo el segundo de 9 hermanos. Desde pequeño demostró ser un niño distinto con aptitudes artísticas precoces, pasando gran parte de su infancia entre las mujeres de su familia viéndolas coser y bordar hasta 1927 que murió la señora Epifanía Orizaga, dejándolo huérfano de madre a los 7 años. Dos años después encontraría su vocación en la moda luego de que la radio y el cine llegaran a su pueblo. Con una deuda (de inspiración) que siempre le atribuyó a Dolores del Río y a Armando Valdés Peza, sería una cuestión interesante estudiar qué películas vio exactamente y con base en qué creadores forjó su imaginario como diseñador.

Tras la muerte de su madre su vida se complicó, en parte por la ríspida dinámica familiar que provocó el nuevo matrimonio de su padre, como de la economía misma de la época; terminando la primaria a los 12 años, se dedicó a un oficio por sugerencia de su abuelo decantándose por la sastrería, oficio que desempeñó tres años en Ahualulco para luego ir a Bustamante, Nuevo León a trabajar la tierra con su padre, quien se había separado de la familia para ir a laborar al norte, situación que estalló al poco tiempo y acabó con un Julio emancipado a los 16 trabajando en la Ciudad de México en la escuela de oficios “Hijos del Ejército” bajo la tutela del maestro sastre salvadoreño Enrique Palomo, tras problemas con los sindicatos, Julio salió de la escuela para dedicarse a trabajar “freelance” en distintas sastrerías insertándose poco a poco en el ambiente de las carpas con ayuda de los contactos que fue haciendo en aquella época. En esas carpas encontró un mercado, tras darse cuenta que los cuerpos de las intérpretes no lucían por la mala hechura de sus vestuarios, lo cual llevó a vestir todo tipo de shows, desde los debuts de artistas noveles, a los espectáculos más sórdidos, de entre ellos, quizá el más interesante haya sido el de Ruva D’Val, una de las primeras travestis mexicanas, o Shalimar, o Estuardo. Eso lo fue dotando de ese carácter extraño y subterráneo -y no- que lo vuelven una figura fascinante de la historia de México.

Ruva D’Val en 1951.
Fuente: Vestidas y Desvestidas, Julio Chávez, 1992.

Ya en el 49 vistió su primera película “Rayito de Luna” gracias a unos contactos que le presentó la vedette española María Conesa, iniciando una fructífera carrera en el cine que terminaría hasta el 68 con casi 200 películas en su currículum, tomando un hiato de 7 años entre el 58 y el 65 en la que dedicó más tiempo a una exitosa y relevante carrera en la moda.

El entonces modernísimo “cine de rumberas” fue el género en el que Chávez dio vuelo a su talento creando los llamativos y diminutos trajes de Tongolele y Ninón Sevilla (Chávez vistió a todas las “Reinas del Trópico”), las camisas con escarolas y olanes en las mangas de Dámaso Pérez Prado, el multifacético vestuario de Silvia Pinal en “El casto Susano (1954)”, película donde hace alarde de su talento haciendo una variedad enorme de modelos que incluyen vestidos de gala, payasitos, ropa de día, panniers, vestuario de época, entre otros. Siendo su aportación más memorable la transformación radical de María Victoria quien quedó hecha una sirena tras el cambio de look que le hizo Julio Chávez al confeccionarle aquellos entallados vestidos de falda trompeta que la harían una insignia del género haciendo que abandonara los trajes típicos con los que inició su carrera. Cabe destacar que, pese a su fama en la década de los 50, jamás vistió a María Félix por una serie de circunstancias de agenda, no obstante, este hecho lo aleja más del canón del Cine de Oro al no vestir a su principal ícono.

Al mismo tiempo, fue el encargado de vestir a la cantante de música regional Lola Beltrán en el apogeo de su carrera antes de que ella decidiera cambiar de estilo para enfundarse en las túnicas de Tao Izzo.

María Victoria en vestido de Julio Chávez, ca. 1950.

En las décadas siguientes, se destacó por vestir a las concursantes de Señorita México (y a una infinidad de artistas) mientras dirigía su propia marca -con cierta distancia de la escena de moda mexicana de aquella época-, presentando desfiles en México, Nueva York y París, ganando premios en dichas ciudades y gozando de cierta relevancia en distintos medios de América Latina. Decidió acotar toda su vida en su autobiografía “Vestidas y Desvestidas: 50 años en la farándula de México” en la que desglosaba detalles de su carrera y su vida personal, siendo este el primer libro sobre moda mexicana, el cual fue autopublicado en marzo de 1992; este recuento, aunado a la transformación que había sufrido la farándula mexicana en las décadas circundantes, y su edad llevaron su carrera a un declive del que jamás se recuperó. En 2001 hizo un último vestido para la vedette Anamia, el resto de la década se dedicó a dar entrevistas a distintos medios y en 2009 fue reconocido con el premio Minerva en Guadalajara. Vivió retirado con su prima Rosalía Architrave y falleció en el más doloroso olvido el 21 de diciembre de 2013 en la Ciudad de México.

Vestidas y Desvestidas, Julio Chávez, 1992.

El trabajo de Julio, quien en su momento fue el vestuarista más reconocido de México, actualmente se encuentra desperdigado en unos cuantos archivos, siendo los principales, el que celosamente resguarda Rosalía Architrave, así como el del coleccionista Rodrigo Flores. A 100 años de su nacimiento, Chávez, cuyo trabajo se alejó del mexicanismo priísta de charros, rebozos y provincias idílicas para incursionar en las historias crudas y urbanas del cine de rumberas, es uno de esos personajes que esperan ser re-descubiertos y valorados en una probable (y bien merecida) exposición retrospectiva o en algún libro que recopile su obra y estudie su influencia en el imaginario nacional.

http://instagram.com/c.jazaa

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