La sociedad moderna y digital resuelve sus problemas a través de clics. La accesibilidad a la información ha hecho de nuestra época la más conectada, la más rápida y quizá la más aburrida, la más predecible. ¿Cuál es la raíz de este fenómeno y cómo impacta a las industrias creativas?
Por: René Marcov / renemarcov@gmail.com
Anteriormente, cuando la información se difundía a través de libros y publicaciones impresas, cuando había que esperar meses por las fotografías de los desfiles de moda y las reseñas de las exhibiciones de arte y moda alrededor del mundo, quienes tenían la información poseían también un contexto cultural que les permitía ver los elementos desde otra perspectiva, una perspectiva más original que solamente la cultura da. En nuestra días “de respuesta inmediata”, donde todo el mundo puede teclear sobre un tema –porque creen dominarlo a la perfección- y obtener las mismas referencias a nivel global, ser auténtico se ha vuelto una tarea complicada pues hemos perdido la capacidad de análisis, el gusto por la investigación y el valor de dar crédito al trabajo de los demás.
¿Por qué es importante la originalidad?
Para las industrias creativas, sobretodo en el diseño, presentar soluciones a problemas reales debe ser siempre el enfoque principal. Los problemas son siempre los mismos, lo único que cambia es el proceso que da lugar a la creación de los productos. Todo está inventado, solamente hace falta reconfigurar los elementos en combinaciones diferentes, de forma tal que la perspectiva sea nueva pero especialmente fresca.
Ser original requiere de investigación, observación, ensayo o prototipado, experimentación, manufactura y comercialización que deben ofrecer alternativas diferenciadas en cada una de las fases. Desarrollar estos procesos se vuelve caro y sobre todo requiere de tiempo; en un momento en el que la inmediatez es la norma a seguir, invertir tiempo en cada uno de estos procesos creativo-productivos se vuelve un lujo que muy pocas marcas y diseñadores se pueden permitir. El plagio se ha vuelto entonces, una salida barata para todos aquellos que buscan reducir presupuestos, costes y tiempos de producción, sin embargo, se trata de un delito y cómo tal, tiene consecuencias legales serias. Las mismas redes que sirven para obtener información de forma rápida, y a veces fraudulenta, se han convertido también en plazas públicas donde se exhibe a quienes roban descaradamente el trabajo de otros creativos alrededor del mundo.
Con la cantidad de información disponible, no hay pretexto para ser descubierto plagiando. ¿Cómo podemos llamarnos creativos si robamos el trabajo de alguien más?
Aunque puede parecer que es un asunto que incumbe solamente a los diseñadores, se han detectado plagios en maquillajes, editoriales, comerciales, logotipos, publicidades, estampados y cada una de las muchas partes que componen la industria de la moda. Aunque las ideas están en el aire y todos vivimos influenciados por los mismos fenómenos, es importante conocer el trabajo de nuestros colegas para evitar el infortunio de presentar el mismo elemento de la misma forma, pues si la referencia es demasiado directa y no hubo un trabajo de diseño adecuado, puede considerarse imitación.
Claramente ser auténticos implica una cantidad importante de trabajo, pero es importante hacerlo en pro de encontrar una personalidad que haga única a nuestra marca. La autenticidad es importante porque determina el valor de lo que hacemos y reconoce lo fundamental del proceso. Ser originales nos permite construir valor para nuestras marcas, generar productos diferenciados con los que los consumidores puedan sentirse identificados y ofrecer alternativas creativas que comuniquen el trabajo qué hay detrás de los procesos de diseño. Ser original es un acto de rebeldía en contra de un sistema acelerado que busca generar respuestas sencillas y poco éticas. Ser originales es la herramienta clave para poder darle valor a nuestras industrias creativas a través del reconocimiento de nuestros consumidores.