Moda

La modistería en tres actos: Una entrevista con Irma Legorreta

“Yo llevaba mi regla y mis materiales a todos lados, y cosía ajeno a escondidas -y no- porque mi madre igual se daba cuenta del ruido de la máquina de coser en la noche. Vengo de una familia en la que el estudio es muy importante, mi padre no me dejaba trabajar y los nueve hermanos tenemos doble carrera. Me dedico a coser, estudié la carrera de maestra de corte y confección, Diseño en la Iberomexicana y después sastrería, desde entonces he tomado cursos.” Narra la modista y profesora Irma Legorreta en la intimidad de su casa al oriente de la Ciudad De México.

Por Carlos Didjazaá/didjazaw@gmail.com

“Una tía me enseñó a coser desde niña y desde siempre me interesó la costura. En la secundaria cosía ajeno, mis clientas eran las chicas que no hacían la tarea del taller de corte y confección. Al terminar, le pedí a mi madre que me inscribiera en “La Corregidora” y me dijo no, que ese no era el plan. Estudiar para costurera era considerado denigrante. Me sugirió que probara un año en la preparatoria, y ese año se volvió otro y otro más hasta que acabé en la carrera de Diseño en la UNAM, la cual abandoné luego de que admitiera que no era lo mío. Para entonces yo ya estaba casada y entré a la Iberomexicana, después trabajé con Carmina, una diseñadora española que me enseñó la alta costura.

Tiempo después vi en una sastrería que estaban dando clases, al preguntar, vi que eran de la Asociación de Sastres, en la que duré 4 años. Luego tuve la oportunidad de rentar un cuartito que se desocupó y tener empleadas, me mudé a otro local en la Del Valle y pasado el tiempo me fui a otro más grande.” Resume con calma antes de profundizar en las problemáticas actuales de la modistería.

  1. Economía.

-Es difícil que alguien escoja este oficio, antes lo hacían porque de plano no tenían otra opción, además, no es un negocio redituable, se gana muy poco para lo que se trabaja, lo que nos lleva a dos problemas graves: trasladarse a la ciudad es muy caro para la gente de la periferia. Tan solo el suburbano vale $38, más el Metrobús y los camiones, son al menos $80 diarios tan solo de ida ¿Para ganar $200 al día? Obviamente la gente ya no quiere venir, o si viene es para aprender e irse en cuanto puedan.

Como empleador, entre la renta, los impuestos y la seguridad social de las empleadas el salario que puedes dar es bajo, como $12,000 al mes y eso causa que solo se quede contigo gente muy necesitada que no es mano de obra calificada.

Hice manuales porque emprendí con miras de volverme franquicia y para serlo necesitas manuales, pero es muy complicado. Incluso he hecho estudios sobre el tema. Para hacer un dobladillo yo necesito una máquina de coser recta, una over y una plancha. Es mucho comparado, por ejemplo, con un corte de pelo para el que solo necesitas unas tijeras, un atomizador y una secadora y cobras entre $100 y $800 mientras que para hacer un dobladillo cobras $50. Cabe destacar que el corte lleva menos tiempo. Claro, hay sastres que son redituables, pero son pocos.

– ¿Y en qué consiste que sean redituables?

-En su habilidad para emprender. Si quiero poner un negocio debo saber hacer un negocio. En general no tenemos educación financiera ni empresarial, a eso súmale la mala imagen de sucias e impuntuales que ya tenemos las modistas. Para cambiar al sector debemos cambiar nosotros, tener locales ordenados y entregar a tiempo, si das un día y una hora, ten el producto en ese momento. Tenemos que educarlas para ser distintas. Aunque si no estás capacitada te vas a tardar más también. Hay vestidos de ocho horas que por no saber optimizar procesos terminan haciéndose en tres días. Mis manuales los trabajo por tiempos, si una bastilla te toma una hora es lo normal, cuatro no, ¿vas a trabajar cuatro horas por una compostura de $100?

No las están educando para producir en la realidad. Tampoco les están enseñando que para mantener el negocio a flote necesitas algo extra, rentar vestidos, vender telas, con la sola costura es imposible; tampoco que son los cuerpos anormales los que sostienen el negocio. La gente normal compra en donde sea, nuestra clientela son los que no encuentran ropa en ningún lado: los muy altos, los bajitos, las que siempre han sido gordas, las que se ponen implantes, las que se operaron y ahora engordan hacia los lados, esos son nuestros clientes fijos.

  1. Género

-Tenemos problemas desde que la palabra “modistería” no existe. Existe la modista, pero la palabra que describe su oficio no, al menos no en los diccionarios de la RAE, cosa que no pasa con los sastres.

-Además hay pocos hombres dedicándose a esto por lo que me cuentas.

– ¡Está muy mal visto que un hombre cosa! Ahí está Jaime Loera, él cuenta que le pegaban por que le gustaba coser y no pudo hacerlo hasta que se mudó a la ciudad. Olvídate. No hay hombres.

También, mientras las chicas son solteras pueden desplazarse y hacer horas extra, en cuanto se casan o tienen hijos deciden trabajar desde casa. ¡Yo lo hice! Es lo más cómodo, además no te falta trabajo, con que alguien en la colonia sepa que coses el dinero llega solo. ¿Así quién va a querer irse a trabajar con alguien más? Conozco a una chica -y es la única que conozco- que es sastre, talentosísima, no conozco a nadie que trabaje como ella, ¡incluso trabajó en Armani! Cuando tuvo a su hijo, naturalmente no podía salir de su casa durante su primer año; una vez me mostró una blusa preciosa que le hizo a una vecina suya, ganó 30 pesos, “¿cómo es posible que te paguen tan poco por algo así?”, le dije, “bueno”, respondió ella, ” por donde vivo donde no hay otro lado donde me paguen más y no puedo dejar al niño solo”. Por eso el oficio está decayendo, no es por falta de trabajo, créeme, no nos damos abasto.

Además, para ellas es muy complicado seguirse capacitando pues los hijos están primero, si el niño quiere clases de guitarra yo me voy a esforzar por dárselas, dejando mi propia capacitación en segundo plano, además, como no queda dinero para invertir en nuestro propio trabajo eso se vuelve el pretexto perfecto, porque también es una cosa de mentalidad.

  1. Educación

– Gran parte del problema está en las escuelas. Desde la revolución, mucha gente que venía de provincia a la ciudad no tenía preparación alguna. Muchos no sabían leer y acababan trabajando con algún sastre, lo que resultó en un lío cuando la Corregidora quiso certificar a sus maestros, ¿cómo certificas a alguien sin preparación?, ¿cómo les pides que hagan un plan de estudios o que resuman cómo se hace un traje si apenas saben escribir?

Otra cosa es el internet. En YouTube hay tutoriales para hacer vestidos en los que todo parece muy simple, pero no es así siempre, los que sabemos, al verlo nos damos cuenta de que mienten, si incluso yendo a los cursos y teniendo un profesor nos equivocamos ¿Qué les hace creer que solo con los videos es suficiente? Ayuda, pero no es capacitación. En fin, es algo difícil de lo que no saldremos pronto. También cabe mencionar que los cursos son muy caros, cuestan entre $6,000 a $15,000.

En algún momento formé la Asociación de Modistas donde dábamos cursos accesibles sobre lo que nos saliera bien. Pero al abrir el taller fue demasiado trabajo y lo dejé.

– ¿Entonces cuál es el papel de la educación pública en la sastrería y la modistería actual?

-Se ha alejado mucho de nosotros. Tenemos el libro Cyc (corte y confección) que es la base de la enseñanza. La SEP lo retomó para enseñar costura en las escuelas técnicas y es muy bueno, todas las escuelas tienen como base el sistema Cyc. Por allá de los 40, en cada cuadra había una modista, luego con el boom de la industria del vestido todas se quedaron desempleadas.  Como la Corregidora enseñaba a trabajar sobre medida se implementaron programas para llevar gente que enseñara a trabajar sobre medidas estandarizadas pues las alumnas no estaban aptas para el mercado. El programa se hizo cuando se juntaron unos maestros que escribieron un libro muy sencillo pero funcional. Como la gente del sur no tiene la misma fisionomía que la del norte o la del centro no puedes tener medidas generales, entonces se parte de una media para vestirlos a todos, yo estudié con ese libro y lo conozco muy bien.

Recientemente fui a dar clases a la academia Cyc que la dirige la nieta de la que escribió ese libro, cuando empiezo a enseñar me doy cuenta de que todo sale mal y luce horrible. Reviso el libro y me doy cuenta de que las tablas están mal y le pregunto a la directora quién las hizo, “pues yo, es que decía 1.2 y yo puse 1.4, 1.6…” Eso está mal, no puedes aumentar las tallas de forma gradual y uniforme por todos lados, ¿has visto cómo a las señoras gorditas las sisas les llegan hasta el codo? Es porque el patrón lo hizo alguien que no sabe graduar, el vientre crece, pero la espalda no tanto. Imagínate qué daño que ha causado ¡Ese libro se vende en toda Sudamérica!, ¡por eso la ropa no le queda bien a nadie! Solo las primeras tallas quedan bien, a partir de la tercera la ropa sale deforme.

La ropa que hacen los estudiantes tiene pésimos terminados, en parte por su culpa, pero principalmente por la de su maestra y eso solo podrá arreglarse capacitando a los profesores -solo a los profesores- y corrigiendo el libro, porque es el único que sale con medidas y es tomado como referencia para hacer las tallas.

No es igual en la sastrería donde hay un sistema inglés, uno alemán y otro italiano donde te dicen como trazar y apegándote a él la ropa sale perfecta, solo corriges unas medidas si la persona tiene algo muy particular, pero aquí no hay buenos sistemas.

– ¿Debería implementarse un sistema de sastrería nacional?

-Es el Cyc… Problema redondo.

La respuesta fulminante a la última pregunta de la entrevista se suaviza conforme Irma empieza a explicar detalles específicos sobre la costura y las diferencias entre México y Europa, que ha recorrido bien ejerciendo su labor como maestra. Dedal en mano, empieza un recorrido entre su colección de manuales y patrones y se pierde en la conversación sobre el oficio al que ha dedicado su vida.

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