Reflexiones y Pasiones

Se fue mi Reina…¡qué sentimiento de orfandad!

 

Nunca me ha quedado bien claro si soy Británica, Inglesa, Anglo- Argentina o un híbrido de Las Malvinas…de lo que estoy segurísima es que Isabel fue siempre y seguirá siendo mi Reina.  Desde que la coronaron en Westminster Abbey en 1952 y vimos la imponente ceremonia en el noticiero televisado en blanco y negro nunca ha dejado de ser mi Reina,  ¡el arraigo del Imperio es fuerte! La he seguido con admiración, con tristeza,  con encanto y desencanto, teniéndola, de forma casi inconsciente, en un lugar muy especial en mi corazón de niña, en mi corazón de mujer. Me doy cuenta hoy, que pensé que siempre estaría ahí y que nunca pensé que se iría y aunque murió a los 96 años después de una exitosísima carrera monárquica y siendo el segundo monarca más longevo de la historia (Louis XIV, el Rey Sol, reinó durante 72 años), reinando durante  70 años, y 214 días,  ¡me quedo con un enorme sentimiento de orfandad!

Se va mi Reina, esa mujer que siempre ha estado en mi vida. Siempre presente en fotos, en noticias y en una eterna lata de galletas celebratoria de su coronación. Sí, una redonda lata roja de galletas con su efigie, su cara perfectamente coronada, que estuvo en mi vida durante años siguiendo la máxima de Winnie the Pooh: las latas son perfectas para guardar “cosas” y guardó cartas, pañuelos, triques hasta que se deshizo.

La lata de galletas para celebrar su coronación en 1952

Así somos los ingleses flemáticos, distantes pero al final del dia cursis como cualquiera; por eso supongo nos encantan latas conmemorativas, también tengo una de la boda de Kate y William y seguro, pasado el periodo de duelo no tardaran las cajas con el perfil de Carlos y hasta de Camila. ¡The Queen is dead! ¡Long live the King!

A mi Reina, hubo momentos en que no la entendí, en qué hubiera preferido que hubiera sido menos fría cuando muere Diana pero fue una mujer que siempre estuvo al pie del cañón o con el bastón de mando en la mano extraordinaria en las buenas en las malas con los Tories y los Laboristas siempre manejando y navegando entre las aguas turbulentas de la política parlamentaria inglesa, siempre al frente moderando aunque no se notara y siendo la fuerza y la emoción como lo hemos visto en las múltiples series; series que como The Crown  le han dejado regalías extraordinarias a la Familia Real como marca registrada. Hasta en eso fue flexible la Reina, comprendiendo que la marca real era y seguirá siendo muy rentable.

The Crown: truculencias y vehemencias de la Familia Real

Cuando niños, lo propio era estar enamorados del príncipe Carlos o de la princesa Anne quienes estuvieron muy presentes en aquellos juegos en la campiña inglesa en la zona rural de Surrey, donde mi mamá decidió que sería “home schooled” y me daba clases bajo un enorme álamo con el lema “I am, I can, I must, I will.” Quizá ahí fue cuando y donde entendí la importancia de tener una Reina y una Familia Real, habiendo vivido mis primeros años migrantes en un país de presidentes, México.

Con los años, ya en México, la imagen de mi Reina, seguía porque cada vez que mi abuela trotamundos llegaba de visita, algo traía un libro de Christopher Robin con poemas, souvenirs de algún evento real y  ¡más galletas!

Visitando México en 1975

Supongo que fue por eso que cuando la Reina Isabel II vino a México en 1975 invitada por el entonces presidente Luis Echeverría, y yo estando en la revista Claudia me pareció idóneo hacer un reportaje de moda dedicado al Reino Unido con diseños en azul, blanco y rojo, que Lupita Aguilar esmeradamente consiguió con los confeccionistas de Izazaga y que El Palacio de Hierro convirtió en aparadores en la entonces flamante tienda de Durango gracias a la aceptación de mi propuesta  por parte de Charles Kovec, director de publicidad de la departamental.

Obvio, fuimos invitados a una recepción a conocer a la reina, mi Reina. ¡Que nervio! ¿Se le da la mano? ¿Se le hace una reverencia chiquita, mediana o de debutante? Mi mamá quien como descifradora de Bletchley Park había estado en un Queen’s Garden Party en Buckingham Palace durante la guerra me dijo: Just be yourself.   Así llegué frente a la reina, MI reina quien con su impecable gracia me miró a los ojos, me tendió la mano y me dijo: Delighted…o algo por el estilo.

The Rainbow Queen como la bautizaron los medios desde el Washington Post hasta Harper’s Bazaar y Vogue.

¡Cómo voy a extrañar sus atuendos arcoiris en los colores más brillantes del Pantone, con sus sombreros floreados a juego! Ahora tendremos a Camila en en sus tonos del marfil al arena, siempre neutra para no opacar el colorido de la gloria militar de King Charles the Third.

Esta noche, al verme envuelta en las historias  preparadas previsoramente por  la Casa Real con su implacable orden y disciplina y que los medios transmiten y retransmiten, compruebo su constante presencia en mi vida, como en la vida de millones de ingleses que en acuerdo o desacuerdo, siempre la admiraron y que durante los siguientes días de duelo expresarán sus sentimientos con flores. No le puedo mandar flores pero si iré a firmar el libro de duelo en la Embajada del Reino Unido, donde hace algunos años, mis hijos recibieron sus pasaportes.

Quizá, pensándolo bien, lo anterior sean algunas de las razones por las cuales el único pasaporte que he tenido en mi vida es el azul o el rojo vino con el escudo del imperio.  Aunque la verdad es que cuando me quise hacer mexicana en los 60s no pude. Hubiera tenido que renunciar a mi nacionalidad británica y  pasar por un intríngulis burocrático y de coyotaje que se convirtió en un verdadero martirio, así que me refugié en Mother England y en el regazo de mi Reina.

https://www.royal.uk/house-windsor

 

 

 

 

 

 

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