En la industria del lujo, lo único constante parece ser el cambio… pero últimamente, más que evolución, lo que estamos viendo es una especie de juego de las sillas en el que las casas intercambian directores creativos como si se tratara de piezas repetidas en un único tablero. Las sillas se mueven, pero los nombres siguen siendo los mismos. ¿Es esto una verdadera estrategia de renovación o simplemente una forma de sobrevivir en una industria que parece estar más enfocada en los movimientos corporativos que en el diseño mismo?

Esta partida comenzó con una despedida que sacudió a una de las firmas más icónicas de la última década: Alessandro Michele dejó Gucci en 2022 tras siete años al frente. Su visión barroca, exuberante y emocional reinventó por completo la maison. Su Gucci era excéntrico y profundamente personal. Durante su era, la firma creció en ventas, en influencia y en identidad. Pero como pasa con todo lo que brilla demasiado, su era también se desgastó. Tras su salida, llegó Sabato De Sarno, quien apostó por una estética más limpia y silenciosa. Para algunos, fue un aire fresco; para otros, una pérdida de alma y hasta aburrida. Sea como sea, el cambio no logró el mismo impacto cultural ni comercial. Y entonces, en marzo de 2024, se confirma lo que venía sonando fuerte: Alessandro Michele tomó el mando creativo de Valentino. Un movimiento inesperado para algunos, pero coherente para quienes conocen la sensibilidad romántica del diseñador. Lo curioso es que su estilo es tan marcado, tan reconocible, que pronto surgieron comentarios que aseguraban que Valentino ahora parecía más Gucci que el propio Gucci. Una declaración fuerte, pero reveladora de lo que implica mover piezas tan potentes dentro del ajedrez de la moda de lujo.

En septiembre 2023, Sarah Burton anunció su salida de Alexander McQueen tras 13 años liderando la casa luego de la muerte de su fundador y amigo. Burton no solo mantuvo vivo el legado de McQueen, sino que lo interpretó con sensibilidad y respeto. Su visión fue menos provocadora, pero más poética. Y entonces, en un giro, se confirmó. Sarah se mudaría a Givenchy a un año de su salida de McQueen, la misma maison donde Alexander comenzó su carrera. Que Burton regrese a esa misma casa es un homenaje silencioso a su amigo y mentor. Quizá lo que Givenchy necesita no es reinventarse, sino recordar quién fue.

En junio 2024 se anunció la salida de Virginie Viard de Chanel tras liderar la transición post-Lagerfeld, y se nombró a Matthieu Blazy.
En diciembre de 2024, John Galliano anunció su salida de Maison Margiela, justo después de haber presentado una de las colecciones más aclamadas del año: la Artisanal Haute Couture Spring-Summer 2024. Un desfile que revivió el aura de los grandes shows teatrales donde el diseñador-genio se convierte en director de emociones.
Y justo después de ese momento tan alto, decidió irse, tal vez sabía que no había mejor forma de cerrar ese ciclo. Poco después se confirmó que Glenn Martens, quien ya dirige Diesel, tomaría su lugar y debutará en septiembre 2025. Otro movimiento que confirma que hoy se está apostando por nombres que ya conocen y confían, incluso si eso significa que un mismo diseñador esté a cargo de dos firmas al mismo tiempo.


Luego en marzo de este año vino una de las decisiones más esperadas —y tensas— del año: la salida de Demna Gvasalia de Balenciaga, tras casi una década de provocar y desafiar. Su dirección comenzó como un ejercicio brillante de ironía, crítica al sistema y deconstrucción del lujo. Pero el escándalo que marcó un antes y un después fue la campaña con niños sosteniendo osos de peluche en vestimenta fetichista y elementos al rededor de ellos, seguida por la colaboración con Adidas donde aparecían documentos legales sobre temas de pornografía infantil. Aunque la maison pidió disculpas, retiró publicaciones y se mantuvo fuera de foco por un tiempo, el daño estaba hecho. La industria intentó seguir como si nada, pero el público no olvidó. El impacto fue tal que influencers y compradores anunciaron públicamente que dejarían de consumir la marca, y algunos incluso publicaron videos destruyendo las piezas de Balenciaga que anteriormente habían adquirido. Que Demna salga ahora y se le mueva a otra silla dentro del mismo conglomerado (Kering), ahora en Gucci, no parece suficiente para cerrar el capítulo. No se puede borrar una crisis reputacional simplemente cambiando de nombre en la puerta, o eso creo… ya lo veremos.

También en marzo de 2024 se anunció la salida de Pierpaolo Piccioli de Valentino después de 25 años. Su trabajo en la maison fue clave para que Valentino se convirtiera en una firma elegante, moderna y con identidad. Y finalmente el último movimiento que ha dado el grupo Kering, el día de ayer 19 de marzo se confirmó que Piccioli será el nuevo director creativo de Balenciaga, quedó claro que no era cualquier movimiento. Balenciaga viene arrastrando polémicas muy fuertes, la firma no ha logrado recuperarse del todo. Ahora con Pierpaolo al frente. El comunicado fue claro: buscarán “retomar la elegancia de Cristóbal Balenciaga”. Es una estrategia clara, recuperar el prestigio perdido tras años de escándalos, regresar a la elegancia que encarnó la marca en sus inicios y limpiar su imagen con alguien que ha demostrado tener visión, buen gusto y sensibilidad. La pregunta es ¿los consumidores quedarán satisfechos para volver a adquirir la marca?

Mientras las casas se reordenan y los comunicados se escriben , quienes han sostenido los grandes imperios han sido los equipos creativos internos. Esos creativos invisibles que, sin firma en la etiqueta, desarrollan colecciones completas mientras se decide quién se sentará en la gran silla. Ellos han sido la columna vertebral de marcas de lujo que no pueden parar, aunque no tengan un líder claro.
Los nombres son los mismos, solo que ahora están en diferentes marcas. Cambian de lugar, pero al final es el mismo grupo jugando. La moda de lujo parece estar atrapada en un bucle donde prefieren mover a los creativos que ya conocen antes que apostar por caras nuevas. ¿Más vale malo conocido que bueno por conocer? ¿Es esto una señal de crisis o simplemente una muestra de que, en el lujo, el poder nunca se mueve demasiado lejos de casa?





