Para mi El Palacio de Hierro siempre estuvo ahi. De niña, ir a su espectacular tienda del Centro, diseñada por Eiffel con el techo emplomado y los balcones viendo hacia el piso de la planta baja era mágico. Fue por la estructura de Eiffel recibió el nombre de Palacio de Hierro porque cuando la gente pasaba por la construcción en finales del siglo 19, viendo las estructura importada desde Francia, decian “mira van a construir un palacio de hierro” así fue como se salvó de llamarse el Puerto de algo, como se estilaba ponerles a las nacientes departamentales de aquel entonces.
Ya adolescente, El Palacio de Hierro con su flamante tienda en la calle de Durango en la Colonia Roma era toda una aventura que se complementaba con la visita a la boutique de enfrente de Georges Signoret a comprar el obligado vestido de fiesta.
Ahi en el almacén Durango tuve mi primer trabajo, haciéndole boletines de prensa al entonces director de publicidad Charles Kóvec, contratado por Don Alberto Baillères para darle glamour internacional y de alto nivel a la departamental. Su máxima era “No quiero que la gente venga al Palacio a comprar algo, sino que vengan a ver que esta pasando en Palacio” y asi creo el Festival de Belleza, los desfiles de patrones Vogue y el Premio al Mérito del Diseñador con el cual El Palacio reconocía a sus proveedores estrella, a la vez que fortaleció el Salón Internacional creando diseñadores mexicanos como Manuel Méndez y Enrique Martínez, así como el diseñador de moda masculina, Ignacio Orendain. También fue instrumental en el desarrollo de la marca Pixie que bien podríamos calificar como la antecesora del streewear mexicano.
Mi relación laboral con Palacio duró años, no mas bien décadas. En Palacio aprendí a manejar el micrófono con la misma destreza con la que calculaba los porcentajes de los descuentos de temporada para los anuncios cuando fui copy en Terán Publicidad, empresa que durante más de 65 años ha sido a agencia de Palacio, donde nació Soy Totalmente Palacio y sus frases celebres autoría del excepcional ingenio de Ana María Olabuenaga.
Mi vida estaba tan centrada en El Palacio que un día, haciendo antesala en algún lugar, un señor comento “Nos conocemos de algún lado, ¿verdad?” agregando “Trabajo en Palacio.” “¡Yo también en el de Durango, ¿usted? Me miro azorado y dijo: Palacio Nacional, ¿donde más? Nos reímos un buen rato.
Desde mi trinchera editorial ya como directora de Claudia recuerdo haber hecho un editorial de moda en azul, blanco y rojo con motivo de la visita de la reina de Inglaterra, mi reina, a México durante el sexenio de Echeverría. El Palacio de Durango tuvo aparadores con motivos ingleses durante toda una quincena.
Recuerdo las fiestas deslumbrantes que organizaba Kóvec en las casas de Jeanette Longoria y Dolores del Rio, las comidas en el Rivoli con José Terán y Kóvec, comiendo papa al horno con caviar; haber podido conocer a Givenchy, Oscar de la Renta y Lagerfeld de cerca y jamás poder olvidar la cantidad de champagne que corría en las fiestas de este hombre que sabía como deslumbrar a la sociedad mexicana. En mi recuerdo está cómo Enrique Castillo Pesado lo bautizó Charly Bubbles en su columna del Universal, y lo dejaron de invitar un buen rato. Con Kóvec que muchos llamaban Mr. No, no se jugaba. Era duro, pero mucho de lo que soy hoy, se lo debo a él.
Aun cuando trabajé en Claudia, en el IMCE, escribí el Ovaciones y tuve mi propia empresa, ONC (Oficinas Nacionales de Compras donde no comprábamos nada pero organizábamos el ahora legendario Salón Boutique) estuve cerca de Palacio, para dar las tendencias de moda a las chicas del piso de ventas y hacer traducciones. Al final de nuestra relación, cuando Kóvec se retiró, seguí con la presentación de tendencias y me llamaban para traducir el reporte anual a los accionistas. Así vi crecer y transformarse al Palacio. Recuerdo haberle dicho en algún momento al entonces director Palacio, José Maria Blanco, que Madame Rostan y yo éramos de los empleados mas antiguos de la cadena; ella dentro en su amado Departamento de Artesanías y yo freelanceando por fuera.
En algún momento con Rodrigo Navarrete y Jorge García, contratados por Covadonga Blanco, quien era la coordinadora de moda de la departamental, hacíamos desfiles y choucitos, lo que podría llamarse hoy happenings, en diferentes áreas en varios Palacios, incluyendo el de Puebla, durante las Noches de Palacio. Y con Covadonga organizamos un concurso entre los finalistas del MODAPREMIO con ropa de cama; todo un espectáculo de siluetas enormes hechas de edredones, sabanas, manteles y cojines decorativos en el departamento de blancos. Los volúmenes causaron sensación y rechazo…hoy serían parte de una estética aceptada.
Poco a poco la relación se extinguió con la llegada de nuevos directivos profesionales de la mercadotecnia y las relaciones públicas con diferentes enfoques del lujo que desde siempre fue lo que Don Alberto buscaba para su Palacio. Con el cataplum del 94, perdí hasta mi tarjeta de crédito PH y cuando la recuperé, ya era amarilla y el Palacio se había convertido en el faro de moda y lujo que hoy celebra 130 años.
Ahora tengo sobre mi mesa el libro que celebra esos 130 años, de los cuales solo soy una pequeña franja de tiempo aunque para mi El Palacio fue una buena parte de mi vida. Viene sellado en su envoltura transparente, sedosa… me da cosa abrirlo…¿encontraré dentro la historia del Palacio que conocí y qué amé entrañablemente, que llenó una época de mi vida…o en sus páginas habrá un extraño?
Ni propio, ni extraño…es un lujo tener un libro que consigna las diferentes etapas del Palacio y lleva al lector de la mano o mas bien del ojo a través de su historia en seis capítulos que van engarzados con los acontecimiento mundiales.
A lo largo de los años, he estado en la lista y no he estado en la lista del Palacio. Ahora me tocó estar. Gracias PH por tan gratos recuerdos.