De lo sublime a lo ridículo, así son los altibajos de la moda, hoy mas obvios y desconcertantes que nunca.
Por Mark Silva/spokeen@hotmail.com
A lo largo de mi vida he sido un fiel amante de la moda y la mercadotecnia. Me he embriagado de momentos casi icónicos, donde lo “fashion”, la creatividad y la inteligencia se han fusionado y creado “obras de arte” donde la moda ha trascendido y ha marcado momentos casi históricos en los anales de la historia del vestido; de igual manera he visto cómo el hambre de pertenecer o formar parte del selecto núcleo de consumidores ha generado los momentos más ridículos y penosos que he vivido… Desafortunadamente este es un fenómeno latente con el agregado de lo burdo de los nuevos fanáticos.
En 1981 se develaba uno de los secretos mejor guardados de la realeza británica, el vestido de Diana de Gales, en medio de una expectativa enorme de cómo sería y quién lo había diseñado. Los creadores David y Elizabeth Emanuel, desconocidos entonces, originaron una revolución, el vestido sería uno de los más icónicos y los diseñadores ganaron fama inmediata.
Los cocodrilos de Cartier para Maria Felix, el white dress de Marilyn diseñado por Travilla, el collar de diamantes de Audrey Hepburn by Tiffany, el Versace verde de Jennifer López, los boxers blancos de CK con Mark Wahlberg, el sostén de conos de Madonna creado por Jean Paul Gaultier, el total look alienígena de cristales incluyendo los zapatos pinzas de langosta de Alexander McQueen para Lady Gaga, el vestido blanco y negro de Oscar de la Renta para Sara J. Parker en la gala del Met y hasta el controversial vestido amarillo Ralph Lauren de Eiza González en los Óscares 2018 han sido momentos de fuerte impacto y que de una u otra forma han hecho al mundo hablar de las marcas alrededor del mundo.
Los tiempos cambian, la moda se reinventa, los medios crecen, la comunicación evoluciona y de la misma manera los consumidores… aunque no todos. En los últimos años el hambre desmedida por “pertenecer” por “ostentar” y figurar es de verdad irracional, hay gente que hace lo imposible por asistir a los eventos de moda y ocupar un lugar en el “front row” aunque no tenga ni idea de cuál la marca que desfila. Ellos no saben hablarte de verdadera moda, mucho menos mencionar datos como los antes enumerados, se escudan en la palabra cool para justificar su presencia, misma que está de sobra.
Las marcas no son el meollo, muchas veces el problema está en muchos de los empleados de las mismas firmas que, por llevar un puesto dentro de la empresa los hacen elevarse (en su imaginación) casi al nivel de los propios diseñadores, favoreciendo a conocidos y amigos en los deseados eventos aunque sus amistades en su vida hayan pisado una boutique de la marca, o peor aún, catalogando a eventos masivos de miles de personas como el momento más icónico en la moda mexicana, y portar la corona de amo y señor de las RRPP. Eso sinceramente es una pena enorme, especialmente porque estos falsos invitados no corresponden al perfil del consumidor de tales productos.
Yo seguiré amando la moda y la mercadotecnia, adquiriendo lo que mi cartera me permita y admirando en el aparador lo que no pueda comprar, seguiré siendo fiel a mi status de cliente, trabajando por adquirir lo que me guste, igualmente seguiré deleitándome con la ridiculez y vulgaridad que tanta gente expone en las semanas de la moda, los eventos de algunas marcas y los fastuosos cócteles de fashion elite que se llenan de personajes tan graciosos que son sólo furor irracional pero no son parte de la verdadera moda.
