Para muchas personas, el ciclo menstrual es una experiencia cotidiana, generalmente manejada con productos como compresas, tampones, copas menstruales o ropa interior absorbente. Sin embargo, la facilidad con la que hoy contamos estos recursos contrasta enormemente con la realidad de las mujeres a lo largo de la historia, quienes tuvieron que recurrir a soluciones creativas y, muchas veces, incómodas.
Desde tiempos antiguos, las mujeres han buscado maneras de sobrellevar su ciclo con los recursos disponibles. En el antiguo Egipto, por ejemplo, se dice que usaban papiro ablandado como una especie de tampón primitivo. En otras culturas, trozos de tela de lino, algodón o franela eran el método más común, aunque implicaban una gran carga de trabajo, ya que debían lavarse y reutilizarse.
En algunas regiones, incluso se utilizaron materiales naturales como musgo de pantano o esponjas marinas para absorber el flujo, para quienes no tenían acceso a estas soluciones, menstruar significaba simplemente sangrar sobre la ropa, en un intento de disimular olores, algunas mujeres recurrían al uso de hierbas y flores, más que comodidad, el manejo del periodo en estos tiempos se centraba en la necesidad y la discreción.
El siglo XIX trajo consigo los primeros intentos de productos comerciales, apareció el cinturón sanitario, un arnés con pinzas para sostener compresas de tela reutilizables, aunque era innovador para la época, resultaba poco práctico y, en muchos casos, incómodo, también surgieron delantales y bombachos de caucho diseñados para evitar fugas, pero su uso priorizaba la discreción por encima del bienestar de quien lo utilizaba, a finales de este siglo, empresas como Johnson & Johnson comenzaron a vender las primeras toallas sanitarias desechables, a pesar de su conveniencia, enfrentaron resistencia debido a su alto costo y al estigma de comprarlas en público.
El siglo XX marcó un gran avance en productos de higiene femenina, en 1921, Kotex popularizó las primeras toallas sanitarias fabricadas con celulosa absorbente, inspiradas en los vendajes usados en la Primera Guerra Mundial, poco después, los tampones comenzaron a ganar popularidad, especialmente con la llegada de Tampax en la década de 1930, estos productos ofrecieron mayor comodidad y discreción, aunque inicialmente enfrentaron tabúes y preocupaciones morales, la publicidad, si bien promovía los avances, seguía enfatizando la idea de que la menstruación debía mantenerse en secreto.
En las últimas décadas, la conversación en torno al periodo ha cambiado drásticamente, la concienciación ambiental ha impulsado el regreso de alternativas reutilizables como la copa menstrual y las toallas de tela, además, la innovación ha llevado al desarrollo de ropa interior absorbente, que ofrece una alternativa cómoda y sostenible a los productos tradicionales, estos avances han sido impulsados no solo por la tecnología, sino también por movimientos feministas que abogan por la normalización del ciclo menstrual y la equidad en el acceso a estos productos.
El impacto de la industria de la moda en este proceso también es notable, cada vez más marcas diseñan prendas adaptadas a esta necesidad, como ropa interior absorbente, leggings a prueba de fugas y trajes de baño especiales, estas innovaciones no solo aportan soluciones prácticas, sino que también ayudan a desestigmatizar el tema al integrarlo de manera natural en la vida cotidiana.
A lo largo de la historia, la menstruación ha estado rodeada de mitos, tabúes y soluciones ingeniosas que han evolucionado con el tiempo. Desde el uso de muselinas y lanas absorbentes en la antigüedad hasta la creación de productos menstruales reutilizables y sustentables en la actualidad, los textiles han jugado un papel fundamental en la gestión del ciclo menstrual. La adaptación de materiales y tecnologías no solo ha mejorado la comodidad y la higiene, sino que también ha sido reflejo de los cambios sociales y culturales en torno a la menstruación.
La industria textil ha sido prioridad en muchos temas históricos, y la menstruación no es la excepción.
