El itinerante opina

Las 5 ya van a dar, el niño va despertar

Cuenta aquella viejísima canción de Gabilondo Soler llamada “La merienda”, la historia de un niño latoso y consentido que siempre se queja porque la leche está muy caliente o muy fría, total que su débil madre y la mucama se vuelven locas tratando de complacer al nene jodón. Pues, al parecer así han educado los papás a las jóvenes generaciones que recién van saliendo de las universidades, ninguna profesión se salva, ni la moda, ésta arrasa con las palmas debido a los irresponsables perfiles que tratan de unirse a las filas del gremio, que si el trabajo les queda demasiado lejos, que si han de levantarse muy temprano o porque que ya llevan un mes trabajando y todavía no son famosos. El récord se lo queda una ex alumna mía, trabajó tres días y no volvió más.

Por Rapha Huerta.

Hagamos a un lado a la vana justificación que flota en el aire  desde el 2021, Es que la pandemia nos dejó aletargados”, ¿por qué debemos desestimarla? Porque no es cien por ciento verdad, solo la mitad de la población -¿mexicana o mundial?- se volvió más lenta tras la pandemia porque se acostumbró a un ritmo de labor más pausado y al home office, el otro cincuenta por ciento ya era huevón por naturaleza; gente que de por sí se despertaba a las 10 de la mañana o al mediodía porque así lo permitían los estudios universitarios de moda -o de lo que sea- o sus padres que siguen manteniéndolos, queda pasmada e insatisfecha al descubrir lastimosamente que para ganar dinero, casi por lo regular, hay que levantarse temprano e ir a trabajar a la empresa que te ha contratado -porque no tenían una mejor opción-.

Comienzan las quejas, de hecho, a los que somos jefes nos falta madre por el concierto de mentadas que nos entonan estos jóvenes ya que hemos tenido la osadía de pedirles que ejecuten aquellas funciones para las que fueron contratados, y es que ciertamente, ninguno fue requerido para ser la cara bonita de la editorial o la cara bonita del taller de diseño, de hecho, a ningunx se le detuvo en la calle para ofrecerle un puesto de trabajo. Fueron ellos quienes pidieron ser contratados. Tal vez se confundieron.

¿Qué pensaban que era trabajar? ¿Tomarse selfies o grabar tik toks? La semana pasada me ha telefoneado una amiga  que tiene un puestazo en el corporativo de la departamental que es parte de tu vida, llegó a trabajar con ella un chico que fue mi alumno y se graduó hace tres años, era su primer trabajo, antes de darle entrada solicitaron más referencias, total… extendí una carta de recomendación con gusto porque lo vi con muchas ganas -y necesidad- de trabajar. El señorito dejó de presentarse una semana después porque era demasiado sacrificio levantarse a las 5 de la mañana para llegar puntual a su trabajo en la oficina -bastante mona la verdad- al otro lado de la ciudad, y porque su jefa le apresuró con unos memos y un lookbook. ¿Acaso creyó que su función era firmar documentos y aventar la pluma Mont Blanc con el mismo desdén que Eva Green en Casino Royale? La cereza del pastel la colocó el papá de mi ex alumno, el caballero sobreprotector llamó personalmente al corporativo para proclamar la renuncia de su hijo debido a las razones antes mencionadas. JA!!!!

Resulta que no es el único caso, diferentes diseñadores que ya gozan de una reputación a lo largo y ancho del país, se han encontrado con pasantes y nuevos colaboradores que sencillamente se niegan a trabajar, que arriban a su nuevo empleo con una mentalidad de reality show en el que la más perra o la más bonita, gana. Algunas personas los defienden porque se supone que los jefes son victimarios, les voy a decir una verdad sobre esto: los jefes más victimarios son aquellos personajes que en las RRSS y medios se venden como “pancitos dulces que dan vida”, y efectivamente, en la moda mexicana hay jefes que no tendrían porqué estar en su puesto actual, pero gozan de un buen apellido porfiriano o un código postal muy burgeois -¿ya leyeron Blogger Fucker de Antonio González de Cosío?-, y sí, qué mala suerte llegar a trabajar para ellos, pero ¿por qué desperdiciar una oportunidad de aprender desde cero en una buena empresa, con una buena jefa y con goce de sueldo de 18 mil mensuales? No lo entiendo, supongo que es una cantidad indigna para mi alumno.

En una universidad me tacharon de ser demasiado exigente con las tareas, porque los niños no pueden dormir -pero viendo tik tok, no por hacer tarea-, luego, un padre de familia me marcó por teléfono porque su hija estaba reprobada, claro, es que la princesa no entregó ni los previews del proyecto ni el resultado final, supongo que si la niña empieza a trabajar pronto, el señor llamará personalmente al CEO de la empresa si es que algo le molesta a su criatura. Le conviene más montarle su propio negocio así como contratarle a los empleados, y de paso que él mismo gestione y trabaje la nueva compañía, porque la diseñadora no sabrá ni por dónde empezar. “Agradezco su llamada pero su hija continúa reprobada, tenga una gran día”, clic.

Los dejo, me quedo aquí cantando mi adaptación de Cri-Cri:

 

Las 5 ya van a dar

¡¡El niño va despertar!!

Las 5 van a sonar

¡¡Y es cuento de no acabar!!

Porque el pequeño es un huevón

Que siempre sale con esta canción…

 

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