San Miguel Allende es, sin duda, el it place del momento, cualquier fin de semana se llegan celebrar 10 bodas en diferentes entornos, desde cascos coloniales hasta viñedos-fraccionamiento, cuyas casas-cava con frecuencia de arquitectos de renombre se transforman magicamente en lugares de ensueño. La llegada de centenares de invitados da vida excepcional a restaurantes, bares y las marvillosas terrazas desde donde se ve esta pueblo mágico en todo su esplendor, gracias a una iluminación impecable.
San Miguel fue un lugar donde muchos extranjeros llegaron hace más de 50 años, se hicieron residentes y restauraron casas coloniales que hoy sorpreden escondidas detrás de elaborados portones de madera. Hubo un momento en los 60s y 70s que diseñadores de moda extranjeros lanzaron el estilo artesanal sofisticado mismo que tuvo gran éxito en los Estados Unidos. Se puede decir que en ese momento, junto con Tlaquepaque en Jalisco, SMA era un fashion hub.
Los tiempos cambian y muchas de estas casas se han convertido en hoteles boutique para responder a la demanda de los foráneos que llegan a celebrar una boda o a vivir la experiencia de los viñedos que se han ido desarrollando al tiempo que el vino de esa región se posiciona entre sibaritas y conocedores.
En paralelo se han desarrollado fraccionamientos que combinan la casa de campo con el viñedo personal y un campo de polo, como La Santísima, San Francisco y San Lucas, este último cuya propuesta arquitectónica pretende llevar al visitante a la Toscana italiana.
Y qué decir de las boutiques como Kolectiva Hoja Santa, el mejor aparador para los diseñadores mexicanos, gracias a la cuidadosa curaduría de Adrián Ramírez y Adriana Criollos; boutiques concepto como 1218 Concept House con corners de diseño mexicano y su suntuoso hotel boutique L’Otel. A las múltiples galerías, entre las que destaca Nudo en la Casa Albaricoque y la espacio de La Aurora, además de los hoteles de diseño como el Matilda, y los de cadena como el Rosewood, el Real de Minas que hasta placita de toros tiene y el novedoso Aqua cuyas gigantescas esculturas imponen al visitante.
Sin duda, parte del encanto de San Miguel, aún son sus calles empedradas que suben, bajan y al viajero peatón a deliciosas sorpresas como el Hotel-Casa No Name, ubicado en lo que fuera la casa del obipo residente en algún momento del siglo XVIII y donde vivió durante 28 años la conotada Deborah Turbeville, aquella fotógrafa que cambió el enfoque de la fotografía de moda con su controversial foto The Bathhouse publicada en 1975 en el Vogue americano de Diana Vreeland en la cual aparecen cinco modelos escasamente ataviadas, y posan languidamente en el entorno insalubre de un baño público. Todo lo contrario de las fotos de modelos en traje de baño de aquella década. A decir de Nancy Duncan Hall representaba “el colapso sicológico del mundo moderno”. Colapso o no, cambió para siempre la fotografía de moda.
Nadie parece saber bien a bien en qué momento Turbeville deja San Miguel donde la visitaron personalidades como Gabrielle Chanel y Jackie Kennedy; lo que sí sabemos es que muere en Nueva York en el 2013 y en ese año la casa No Name pasa a ser la Casa Hotel No Name que celebró su sexto aniversario en noviembre del año pasado y su directora general Lourdes Fernández Araico, organizó con una retrospectiva para recordar a su célebre dueña.